-Escribí de ti en mi cuaderno -me dijo Clara al oído
-¿Y se puede saber qué?
-De tus manos -señaló riendo.
-¿Y qué tienen mis manos?
-Son un poco inquietas.
Acerqué mis manos a mis ojos como si fueran la prueba definitiva de un crimen. Dije:
-No veo nada.
-No se ve, se siente...
-Bueno, qué quieres, tengo ganas de tocarte -confesé
Clara sonrió y alzó los hombros, como si el deseo que producía en mí fuera una anomalía irremediable
-¿Y se puede saber qué?
-De tus manos -señaló riendo.
-¿Y qué tienen mis manos?
-Son un poco inquietas.
Acerqué mis manos a mis ojos como si fueran la prueba definitiva de un crimen. Dije:
-No veo nada.
-No se ve, se siente...
-Bueno, qué quieres, tengo ganas de tocarte -confesé
Clara sonrió y alzó los hombros, como si el deseo que producía en mí fuera una anomalía irremediable
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