Lancé el vaso contra la pared. Estaba sola, por lo que el ruido no iba a llamar la atención. Me arrodillé sobre los trozos y los observé. Porqué lo hice? Me pregunté mientras sentía un pequeño ardor debajo de mis pantalones; los trozos me habían herido las rodillas.
Genial, ahora me había quedado sin vaso, herida y sin saber el porque.
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