Desperté en el mismo sillón que me había engullido horas antes, con el sol en mi rostro, un viento frío casi agradable que entraba por el ventanal y el cuello extremadamente torcido. Sentí olor a pan tostado y café de ese regalón que preparan para las visitas, lo que me impulsó a mover los músculos petrificados de la noche. Después de un sobre·esfuerzo y parada al final del pasillo, escuché las risas desde la cocina. Me recordó que el tiempo cura heridas y que tarde o temprano todo vuelve a su sitio. Entonces miré la puerta del fondo. Por mucho tiempo había sentido miedo de volver a entrar, de recordar o sentir algo que me revolviera el mundo. Decidida y mientras me acercaba, pensé que era hora de dar vuelta la página, de continuar, no importaba si cada rincón u objeto de 'esa' habitación me volviera tres años atrás, lo importante era afrontarlo todo. Toqué la manilla y noté mis manos temblorosas, me pareció bien temer, dudar, porque sólo así noto que hay cambios. Empujé la puerta y lo que vi gatillo mil sensaciones que aún no ordeno. Quizá estaba en ese estado desde ese mismo veintisiete, o talvez desde el día anterior a hoy, pero entendí porqué nunca me habían hablado de ello, u obligado a entrar. Estaba lista para verme deshacer mis miedos, y eso debía ocurrir cuando estuviera consciente de poder lograrlo. Las lágrimas de risa y melancolía corrían sin que me interesara detenerlas, mientras recorría la 'última' silla que dormía en medio de aquella habitación blanca y completamente vacía. Isha desde la puerta sonreía más que dulce y algo pícara, le devolví el gesto y me senté mirándola. 'Tu página en blanco, para que escribas lo bueno que viene', terminó la frase y volvió a la cocina, pero sus palabras quedaron rebotando en mi cabeza y en las paredes limpias que me rodeaban.
Hay cosas que no cambiarán, aunque se pinten de blanco, pero está la magia del tiempo, de la madures, la resilencia, que ayudan a entender que perdonándose a si mismo se puede dar vuelta la página y comenzar una nueva.
Hay cosas que no cambiarán, aunque se pinten de blanco, pero está la magia del tiempo, de la madures, la resilencia, que ayudan a entender que perdonándose a si mismo se puede dar vuelta la página y comenzar una nueva.
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