Sé que he dicho basta y pensado muchas veces el "nunca más", también sé que es casi un vicio o una maña, y otras, pienso también que es sólo la necesidad biológica de sentir próximo a alguien en especial. Pero hoy me di cuenta que el egoísmo y la falta de sesos de una persona puede llegar a extremos insospechados. Cuando dejamos de ser racionales y dejamos que el cuerpo domine casi la totalidad de nuestras acciones, entonces, estamos fuera del rango natural de lo permitido. Incluso para alguien frío y calculador, quizá hasta cruel y pedante. Durante años me quise alejar de quienes traspasaron todo margen establecido para el respeto, la cordura y la paciencia, por lo que, hoy sería un error garrafal mantenerme cerca de quien es un potencial peligro constante (e inminente). Yo sé que no soy madre de nadie, pero la costumbre de proteger y guíar está en mis genes, y hacer caso omiso al llamado de mi consciencia es, a veces, una pelea titánica. Aunque me bastó un pequeño matiz de recuerdos para lograr ver un poco más allá; "Un árbol viejo jamás endereza sus ramas", frase que bastó para hacerme entrar en razón y dejar de lado los sentimientos de preocupación y responsabilidad adquirida. Nadie en su sano jucio comete el mismo error una y mil veces, menos aún si logra captar el daño colateral de éste. Por lo tanto, si un ser pensante, adulto, capaz de dilusidar su alrededor más cercano acepta sus problemas y resuelve estos mismos en un plazo viable, es sin duda alguna, un ganador, dado que, si consideramos la gran pelea interna entre ego-orgullo, los puntos se suman considerablemente para una victoria con honores. Aunque también existe el otro lado de la moneda, ese que todos olvidamos por esa "esperanza" que en ocasiones nos hace perder la razón. Ese lado "común", el lado fácil de todo problema; hacer nada. Dejarse llevar por los errores, los vicios, los excesos y caer cada día en un agujero sin retorno. Ese agujero que hace olvidar todo por un momento, pero al abrir los ojos por la mañana, no sólo te trae una jaqueca de proporciones, si no además, una carga culposa de la que nadie quiere hacerse cargo. Ese lado, es el que más temo, porque como mero espectador, no queda más que dar un paso al lado y esperar. Y esperar sentado, porque muchas veces no existe ápice de cambio (ni ganas de hacerlo), y así pasa el tiempo, las promesas, las palabras y las lágrimas se transforman en arrugas, hojas rotas, canciones pasadas. Y el tiempo pasa sin piedad, demostrándonos que "ese" lado amargo es más recurrente que el dulce sabor de la lección aprendida, pero también nos enseña que, el "la cagué, nunca más lo hago" es una frase maqueteada que jamás será hecho consumado. Y el tiempo pasa y esperar comienza a ser parte de la vida misma, hasta que lo olvidas, porque sé que he dicho basta y pensado muchas veces el "nunca más" y vuelvo a incidir en "siempre se puede un poquito más", pero nadie da oportunidades toda la vida, y menos espera para siempre.. nadie espera para siempre.
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