Desperté, te vi sentado en mi pouf naranjo (en tu honor) mirándome con esos ojos enamorados de siempre. Un calor rico recorrio mi ser, me sentí feliz, plena, casi desbordante de esa dicha que, a veces, siento tan esquiva. Con tus hermosas manos alrededor de tu cara, me mirabas en silencio, que jamás me pareció incómodo ni vacío. Estabas a punto de decirme algo cuando realmente desperté con el sonido de mi celular, un número desconocido llamaba y por inercia descolgué y luego del "hola" mi mundo se vino abajo. Esa voz baja y sensual me preguntaba a que hora iría a su encuentro. De golpe se fue el desánimo, el sueño, incluso la angustia.
Quizá al comienzo fue un sueño, pero horas más tarde era una realidad que me llenó el día, mostrando a través de mis ojos una extraña sensación de felicidad que, yo sé muy claramente, es sólo un sueño de un par de horas.
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