Alguna vez fui la que perseguí, otra vez la perseguida, y de nuevo la que perseguí. Es el eterno juego de no saber prescindir de tu parte 'b', de la otra mitad que sólo le calza a un inviduo en este planeta. La necesidad de la piel, del espacio, del sonido, de los sentidos que aún no descubrimos, y de lo mucho que amenaza con desatarse entre nosotros a diario.
Un abrazo en medio de la muchedumbre, seguirle el juego a un beso que nació inmortal, esas miradas extensas en el silencio, las mañas comprendidas, los dolores calmados, las risas explosivas, la presencia incondicional...

Estamos inmersos en una cápsula para dos y definitivamente, no hay espacio para más...

Un no corto viaje en micro, un par de cuadras y una cara de tuto al abrirme la reja. Quizá para muchos cosas inagotables de una vida poco llevadera.
Importa poco el sueño, el frío, el dolor de los talones, el precio es mínimo para llegar a un lecho tibio, un desayuno improvisado, un día somnoliento y un dormitar casi colgando de la cama. Dicen que la familia no se escoge, estoy de acuerdo, sólo que a ratos, podemos darnos el tiempo de cambiarla.. o más bien, la vida te da la opción de encontrar una mejor..

El día en que los susurros dejen de llevarme hasta tu casa, entonces las esperanzas quedarán en el baúl de gran fondo que tengo que cargar. Por ahora son el alimento diario para continuar buscando soluciones a un destino, a veces, casi insoportable.

Miles de cuentos, historias y párrafos nacen a diario desde mis idas y vueltas, pero nunca llegan a concretarse por falta de ganas o por ese desánimo acostumbrado instalado aquí.
Algunas ganas volátiles se camuflan entre el ruido de la calle y las notas de Bublé, pero las palabras siguen quedando cortas, las fuerzas siguen siendo mínimas, mis escritos no logran renacer aún..