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welcome

Cada uno posee el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa..

Fría, cruel y lluviosa coincidencia

EL aire huele a humedad y las gotas caen lentas por el vidrio del bagón. El tren entra al tunel y veo mi rostro reflejado en la puerta, parece que envejecí un par de años. Llevo el gorro del polerón puesto, y eso me hace pensar "Qué me pasa? No visto así, no suelo salir así a la calle.."

La respuesta es fácil ahora. Las cosas que me llenaban cada segundo están tan lejanas hoy, que los detalles más hermosos se han ido apagando. Pero.. están realmente lejos? O será que están debajo de el montón de 'toallas tiradas'? Esos días con O.lor a pasión y risas desaparecieron o simplemente no se han reencontrado con sus dueños?

Un paraguaso en la espalda me devuelve al carro y la voz sexona de la niña del metro me avisa que debo descender y hacer combinación. Para ese entonces los años que llevaba encima se iban disipando con la lágrima impertinente que rodó por mi margarita derecha. Caminé entre la gente pensando.. "Será que el viento esta vez soplará de nuevo a nuestro favor?" Y entre el olor a lluvia y el frío de esa tarde traté de creer que esa brisa otoñal era una buena señal y que el niño que caminaba delante mío con un tiburón estampado en su espalda era sólo una coincidencia cruel del destino..


Respirar

Sólo debo respirar profundo, tan profundo que me refresque el alma.

Vigilia

Tarde o noche de invierno santiaguino, las bancas de la iglesia estaban rechinando como siempre entre tanto jovencito revoloteando durante esa vigilia. La idea era conseguir un número y encontrar el par dentro del recinto. El juego comenzó cuando todos corrian de un lado a otro buscando "mi par", el que fue cambiado varias veces por varios de mis compañeros. Y de pronto caí.
Al otro lado del salón, un jóven alto, con la mirada perdida y desgarbado estaba sentado de brazos cruzados con mi gemelo numérico sobre su pierna. Por un momento me negué a ceder y caminar hacia él, pero la presión mediática me impulsó. Me senté a su lado, igualmente cruzada de brazos sin pronunciar palabra alguna. Sin esperarlo una de sus manos se escurrió por entre mis brazos y tomó la mía.
La cálida sensación logró en segundos hacer desaparecer el bullicio, los pasos se detuvieron y la luz pareció atenuarse. Éramos sólo dos sentados en medio de ese antiguo y frío templo.
No recuerdo bien el final de ese día o de los que siguieron, pero si puedo dar fe de que esos momentos se repitieron una y cien veces, con la misma magia de esa tarde o noche de invierno santiaguino.


Al final del día

Al final del día pienso en esos momentos que jamás quise se desvanecieran. Las lágrimas salen huérfanas hasta morir en la almohada acunándome en sueños intranquilos.
Te extraño.
Quisiera tener el oro del mundo y hacerte feliz.
Quisiera poseer el tiempo de la vida y regalarte el descanso que necesitas.
El dolor maldito del alma que extraña se carcome mis rutinas, el desvelo cobra día trás día su precio sofocando mi ánimo.
Te necesito.
Pensamientos, recuerdos, momentos.. Todo lleva a buscarte, a desear el contacto con tu mirada, con tus manos, con tu olor. Incasanble es la ansiedad de esperar verte, tenerte cerca sólo por unos minutos, y con total cuidado guardarlos como tesoros maravillosos.
Hoy soy paciente, temerosa, vulnerable a ti. Todas las cosas que negué, a tu lado surgieron tan simples que pareció que siempre estuvieron ahí aguardándote.
Estás en los silencios, es la oscuridad que me aterra, en el olor a tierra mojada, el caminar gracioso de los niños pequeños. Estás en cada color y matiz que veo, en las canciones de Elvis y las risas de Legrand, en los treinta y cuatro de mis zapatos de niña, en los té con canela y los envases con cuño seco que boto a diario.
Estás, y era eso lo que siempre busqué, y no me daré por vencida mientras sienta que, al final del día, aún estás debajo de mi piel..