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Cada uno posee el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa..

Me rendí.

Me obligaste a aprender a nunca más volver. Yo no quería irme, pero no tengo motivos para quedarme. Bueno sí, tenía uno: lo bonita que podía haber sido nuestra historia.

Te tenía a ti pero ya sólo podía conjugarte en pasado.

No te imaginas lo pronto que se hace demasiado tarde.

Sin embargo, sí que tenía cientos de motivos para marcharme. Y es que pudiendo evitarme momentos de sufrimiento, de llanto y de espera, no lo hiciste.
Entonces recordé que las noches que pasaba mirando el reloj eran mi fuerza para despedirme.

Hay momentos en los que te das cuenta de que el amor se construye evitando sufrimientos innecesarios.
Y vas en contra de la marea. No te quieres conformar. Y es que te has percatado de que tu corazón, ese que bombea sangre a todo tu cuerpo, está riñendo con tu mente y con tu cerebro.

Quizás nuestra relación se enfermó, o quizás ya nació enferma. Lo que sé es que creer en el amor eterno es creer en un mito que nos despedaza el corazón. La eternidad sólo existe en los momentos que nos demuestran que todo vale la pena y que valemos mucho más que las migajas de un amor que nos destruye.

Tenemos la manía de encerrarnos en círculos viciosos, de no salirnos de los patrones establecidos, de crear un mundo paralelo en el que podemos ir con los ojos vendados y prometer al viento cosas que jamás cumpliremos.

De todas maneras, te doy gracias. Gracias porque me he dado cuenta de que nadie se enamora por elección, sino por casualidad. Nadie se queda enamorado por casualidad, sino porque trabaja por ello. Y nadie se desenamora por casualidad, sino por elección.

También te agradezco que me hicieses entender que mi dignidad está por encima de cualquier ruego y que vale la pena decir adiós cuando sobran los motivos.
Y lograr comprender que el amor también puede ser miserable y que podían empujarme contra el suelo una y otra vez.

Te agradezco que me dejaras las noches en vela llorando y esperando una respuesta. Te agradezco que hubiera vacíos tan repletos de angustia que me hiciesen pensar que no vale la pena tener algo por lo que no se puede luchar a solas.. era una pelea de dos. Y yo ya me rendí.