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Cada uno posee el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa..

Vigilia

Tarde o noche de invierno santiaguino, las bancas de la iglesia estaban rechinando como siempre entre tanto jovencito revoloteando durante esa vigilia. La idea era conseguir un número y encontrar el par dentro del recinto. El juego comenzó cuando todos corrian de un lado a otro buscando "mi par", el que fue cambiado varias veces por varios de mis compañeros. Y de pronto caí.
Al otro lado del salón, un jóven alto, con la mirada perdida y desgarbado estaba sentado de brazos cruzados con mi gemelo numérico sobre su pierna. Por un momento me negué a ceder y caminar hacia él, pero la presión mediática me impulsó. Me senté a su lado, igualmente cruzada de brazos sin pronunciar palabra alguna. Sin esperarlo una de sus manos se escurrió por entre mis brazos y tomó la mía.
La cálida sensación logró en segundos hacer desaparecer el bullicio, los pasos se detuvieron y la luz pareció atenuarse. Éramos sólo dos sentados en medio de ese antiguo y frío templo.
No recuerdo bien el final de ese día o de los que siguieron, pero si puedo dar fe de que esos momentos se repitieron una y cien veces, con la misma magia de esa tarde o noche de invierno santiaguino.


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