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Cada uno posee el máximo de memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa..

Dos horas

Mezclando risas y llantos dejé mi bolso sobre uno de los sillones traga·estudiantes. Él con su notebook jugueataba mirando de 'esa' manera a la preciosa golita. Me tiré al lado del pelao y me quedé de frente al ventanal con el sol alumbrando suave y templadamente mi rostro. "Los niños ya se fueron" me dijo Gón, cuando se dió cuenta de mi presencia, y no moví un sólo músculo en respuesta. Escuché que íbamos a encontrarlos y agarró mi bolso y partió. Era raro verlo tan 'feliz', pero me alegraba el día con su sonrisa regalona. Después de varios pasos en silencio le pregunté cómo marchaban las cosas, a lo que respondió con un determinante 'no pasa nada'. Aún no sabía muy bien como abordarlo, por lo que deshice mis pensamientos y seguí caminando a su lado, y estoy segura que agradeció mi cautela. Caminábamos entre sonrisas y huevos de chocolate rellenos, por un paseo atestado de sol, perros vagabundos y estudiantes fumando algo más que cigarrillos.
La dos horas pasaron agradablemente fotografiadas, y me permitió encontrar ese trozo de explicación que necesitaba para continuar haciendo ciertas cosas en silencio y sólo para mi. A veces las personas merecen ser acompañadas, no importa lugar o momento, pero también necesitan de la soledad, del silencio, o de una tercera persona que los 'acompañe a estar solos'. No sé si será amistad un tanto extra·programática, o quizá es el sólo hecho de preservar ese pequeño huequito entre todo el quehacer diario de cada uno, de los cuatro, de los de los ocho que fuimos hoy. Es una extraña combinación de caracteres ingeniosamente moldeables, que por una muy particular historia se conocieron, y ahora, no pueden dejar de hablarse, aunque el tiempo, la distancia y los compromisos personales sigan siendo un punto de choque.

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