"No puedes, nunca has podido" y no me lo decía desafiante, incluso le noté los ojos cansados, pero le seguía semi·escuchando desde la banca que cruje hasta con el caer de una hoja. "Ojo por ojo" y fue lo último que escuché antes que abriera la llave para regar el patio. No paró de hablarme, sino que yo paré de oírle. En silencio recorrí rincones de la memoria a la fuerza y descubrí que tenía un poco más de razón de la que soportaba mi ego.
Busca una excusa buena. Busca hace cuanto que no lees..
"Ah! Hace mucho!" dije y sonreí victoriosa.
Horas más tarde, a solas, quise comprobar. Bastó un par de movimientos, una picazón en el seso y un pizca de duda y curiosidad para hacerme levantar el auricular del teléfono y pedir auxilio, pedir un abrazo, de verdad. No hay diferencias, pasaba de nuevo y en no más de quince minutos. Ya no había nada que hacer, es un círculo vicioso del cual no hay escapatoria. Está haciendo de los sentimientos una dicotomía, en la que una de las partes es una pena y un odio remitido al silencio acumulado. "Hágase la lesa mi'jita" diría la abuela, y estoy consciente que entré en esto sola y ahora no puedo salir. Sé como hacerlo, pero no me atrevo, simplemente no me atrevo..
(mayo 25, 23.50)
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