Aeropuerto

Giró y me miró asustado. No debía estar ahí, y tal ves él tampoco, pero un extraño "porque" hacía que las cosas parecieran tan comunes y silvestres como siempre, como nuestra charla casi absurda y vacía.
De pronto el llamado nos recuerda el lugar que estamos pisando y la hora. Tomó sus maletas y caminó firme, mucho más de lo que yo me sostenía sobre mis piernas. No lo seguí, no dije adiós ni besé su mejilla. No apreté sus manos con fuerza ni le dije que lo extrañaría. Simplemente nos dedicamos una mirada somnolienta y profunda, luego entró en la fila y yo desaparecí entre la gente que salía esa mañana del aeropuerto.
Volví a mi cama y cerré los ojos. Me quedé dormida deseando que todo fuese un sueño, que ese maldito día existiese tan sólo en mi cabeza. Y no recuerdo más, caí profunda entre cansancio y un rastro inexplicable de pena y culpas, desvaneciéndome poco a poco en un apacible e insólito sueño, del que estoy segura, no podré despertar jamás.